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LA DEGRADACIÓN DE LA BELLEZA ARTIFICIAL VERSUS LA EXALTACIÓN DE LA NATURAL
MARTA SÁNCHEZ GARCÍA
En la sociedad occidental en la que vivimos, siempre se ha dado importancia y se ha sentido admiración por aquellas cualidades físicas que con las que nacimos, con las que nos otorgó la naturaleza. Puede ser un cuerpo alto y delgado, una nariz recortada, labios carnosos, pechos turgentes o cualquier otra cualidad que se considere generalmente atractiva.
Sin embargo, en 2019 (un año antes del Coronavirus) se llegaron a tener hasta 400000 operaciones estéticas en España. Entre las más realizadas: Aumento de pechos, liposucción, abdominoplastia, blefaroplastia y rinoplastia.
Tanto mujeres como hombres acuden a la cirugía estética, es un hecho, está normalizado y, como hemos visto, es cada vez más usual. Estas operaciones van destinadas a embellecernos, a hacernos más deseables a nuestros ojos y ante los de los demás, siguiendo con los cánones de belleza preestablecidos en una determinada zona geográfica. Entonces, ¿por qué esa ardua negación a la realización de una operación? ¿Por qué ese semi tabú de admitir que hemos pasado por el quirófano? ¿Por qué se exalta y se admira la “belleza natural” mientras que la “belleza artificial” es ocasionalmente burlada y degradada?
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Es más, ni siquiera tiene que ser un asunto de quirófano, un tinte de pelo también será tratado con sorna a la hora de referirnos a una mujer rubia que no nació con ese color o a un hombre que esconde sus canas. ¿Por qué esa fijación por burlarnos de aquellos esfuerzos que realizamos para mejorar nuestra imagen o simplemente adaptarla a nuestro gusto?
Getting Images.com. Collage propio
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EXCUSAS ESTÉTICAS
Según los resultados de una encuesta de la Societat Cata lana de Cirurgia Plàstica, Reparadora i Estètica (SCCPRE), casi la mitad de las mujeres que entran en el quirófano se inventaría un motivo de salud para justificar la operación estética.
La encuesta se realizó a pacientes de más de un centenar de cirujanos plásticos de todo Catalunya asociados a la SCCPRE, con el objetivo de comprobar si las intervenciones estéticas están socialmente aceptadas al igual que una operación de cualquier otra índole. Los resultados muestran que al 44% de los encuestados les costaría más reconocer que se ha sometido a una cirugía por motivos estéticos y no de salud. En este punto se observan diferencias muy significativas en cuanto a género: dar explicaciones incomodaría al 61% de las mujeres, mientras que sólo lo haría en el 27% en el caso de los hombres.
“No deja de ser curioso que, aún hoy, la especialidad de Cirugía Plástica se tenga que justificar continuamente en su vertiente estética, como si cargara con algún tipo de estigma. Podemos decir, con la cabeza bien alta, que nos han operado de apendicitis y todo el mundo estará a nuestro lado”, explica el doctor Manel Romaní, presidente de la SCCPRE. Y añade, contrariamente, “cuando alguien tiene un complejo con la forma de su nariz, no está aceptado socialmente que se opere de estética, aunque el cambio pueda suponer una mejora importante de su autoestima y seguridad”.
También resulta interesante ver cómo cada día las celebrities (generalmente de género femenino) son increpadas acerca de sus operaciones hasta el punto de que son incluso insultadas tanto cuándo lo niegan como cuándo lo admiten.
Un ejemplo es Megan Fox, que publicó en Facebook unas fotografías demostrando que no llevaba Botox, aún cuando meses después apareció en público con una cara modificada. Se le acusa de haber “destrozado su cara perfecta”.
Fotos publicadas por Megan en Facebook
Su transformación durante los años. Collage porpio
Otro ejemplo es Madison Beer, insultada y ultrajada por negar sus operaciones estéticas. Internet se llenó de pruebas que afirmaban su paso por la cirugía estética y cuándo fue fotografiada en la clínica ella se escondió detrás de una planta.
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Tras la polémica, Madison publicó en Twitter que no estaba allí por consultas estéticas y criticó la obsesión por la persecución de chicas que si acuden a estos servicios:
Demi Moore recientemente se operó los pómulos, también se le criticó el haber destrozado su rostro. Hace 20 años ya se habló de que Demi Moore se había gastado 250.000 dólares en cirugía plástica para transformar completamente su rostro y cuerpo antes de su aparición en la película de 2003 Los Ángeles de Charlie. Sin embargo, en 2007 aseguró en varios medios de comunicación que ella que “nunca” se había sometido a una cirugía estética. “No me gusta la idea de someterme a una operación para retrasar el proceso de envejecimiento, es una forma de combatir la neurosis”, dijo en ese momento. “El bisturí no te hará feliz”. Durante una entrevista de 2019 con el Daily Mirror, aseguró que estaba “abrazando” el proceso de envejecimiento natural, a pesar de admitir que hubo momentos en los que se miró en el espejo y no se reconoció. “La gravedad va en algunas direcciones que no me gustan. Puedo mirarme en el espejo de vez en cuando y decir: Estás mintiendo, yo no me veo así”, explicó.
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Puede que los comentarios despectivos contra una persona que se ha realizado una modificación provengan de un subconsciente resentido que en el fondo envidia esa apariencia. Es un forma de sentirnos mejor con nosotros mismos, de hacernos creer que, de algún modo, nosotros también podríamos vernos así si dispusiésemos de esa misma operación estética. Es decir, una especia de “es guapísima, pero claro, se ha operado, así también soy guapa/o yo”.
Mientras que las cualidades naturales son inherentes a esa persona, son suyas verdaderamente, no han sido modificadas y, de alguna manera, tiene la suerte de ser así porque ese es su yo verdadero.